La organización social en Bolivia, no está articulada y menos planificada, principalmente en comunidades rurales, para hacer frente a riesgos de desastres naturales. La concepción de vulnerabilidad se asocia al grado de pobreza en algunos casos extrema, de familias que apenas consiguen el sustento para subsistir diariamente.
Es el caso de comunidades rurales del Altiplano Boliviano la fragilidad ante fenómenos naturales leves, es recurrente. Si analizamos por vulnerabilidad el impacto que estos eventos tienen sobre la economía familiar, estamos frente a la falta de prevención en la escasa producción agrícola y pecuaria. Los ejemplos son varios y los danmificados tambien, iniciando el año 2010, alrededor de 40.000 familias campesinas han quedado sin sustento y se han visto perjudicadas hasta en mas del 60% de su producción agrícola y pecuaria.
Las inundaciones, derrumbes, desbordes de ríos, mazamorras, riadas y otros fenómenos naturales provocados por el azote climático de La Niña dejó hasta el momento 44 muertos, y cuatro desaparecidos.
Entretanto, la cifra de familias damnificadas que perdieron sus viviendas, sembradíos, ganados y otros suman 29 mil y otras cuatro mil fueron afectadas en todo el país.
De acuerdo a la Evaluación de Daños y Análisis de Necesidades EDAN que realizan instituciones de defensa civil, año tras año se apoya en la reconstrucción y dotación de semillas que no son más que paliativos que para los danmificados a veces no significa una solución al problema.
Si analizamos por el grado de recurrencia y vulnerabilidad social asociada a la falta de acciones de preparación y prevención en un 99% de las comunidades rurales del Altiplano Boliviano. Entonces es una de las labores que deben emprender los Municipios y así de alguna forma se reducirían los impactos de los desastres naturales, que al presente generan ahondar la pobreza rural mas allá de los límites de la subsistencia.
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